sábado, 10 de julio de 2010

Metáfora pura

Góngora, 1613. “Soledad Primera” [de los campos]. Estrofa: silva. Tema: la naturaleza.

Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa,
media luna las armas de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo,
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas,
cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
náufrago y desdeñado sobre ausente,
lagrimosas de amor dulces querellas
da al mar; que condolido,
fue a las ondas, fue al viento
el mísero gemido,
segundo de Arïón dulce instrumento.
Del siempre en la montaña opuesto pino
al enemigo Noto,
piadoso miembro roto,
breve tabla, delfín no fue pequeño
al inconsiderado peregrino
que a una Libia de ondas su camino
fïó, y su vida a un leño (...).

Luis Cernuda, 1929. “Quisiera estar solo en el sur”. [Naturaleza]
Quizá mis lentos ojos no verán más el sur
de ligeros paisajes dormidos en el aire,
con cuerpos a la sombra de ramas como flores
o huyendo en un galope de caballos furiosos.

El sur es un desierto que llora mientras canta,
y esa voz no se extingue como pájaro muerto;
hacia el mar encamina sus deseos amargos
abriendo un eco débil que vive lentamente.

En el sur tan distante quiero estar confundido.
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;
su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.

Miguel Hernández, 1933. Perito en lunas. “Palmera”.
Anda, columna, ten un desenlace

de surtidor. Principia por espuela.

Pon a la luna un tirabuzón. Hace

el camello más alto de canela.

Resuelta en claustro viento esbelto pace,

oasis de beldad a toda vela

con gargantillas de oro en la garganta:

fundada en ti se iza la serpiente, y canta.


Góngora, 1612. “Fábula de Polifemo y Galatea”.
Descripción de Polifemo: estrofas 7 y 8.
Un monte era de miembros eminente
éste, que - de Neptuno hijo fiero -
de un ojo ilustra el orbe de su frente,
émulo casi del mayor lucero;
cíclope a quien el pino más valiente,
bastón, le obedecía tan ligero,
y al grave peso junco tan delgado,
que un día era bastón y otro cayado.

Negro el cabello, imitador undoso
de las obscuras aguas del Leteo,
al viento que lo peina proceloso
vuela sin orden, pende sin aseo;
un torrente es su barba impetüoso,
que - adusto hijo de este Pirineo -
su pecho inunda, o tarde, o mal, o en vano
surcada aun de los dedos de su mano.


Descripción de Galatea: estrofas 13 y 14.

Ninfa, de Doris hija, la más bella,
adora que vio el reino de la espuma.
Galatea es su nombre y dulce en ella
el terno Venus de sus Gracias suma.
Son una y otra luminosa estrella
lucientes ojos de su blanca pluma:
si roca de cristal no es de Neptuno,
pavón de Venus es, cisne de Juno.

Purpúreas rosas sobre Galatea
la Alba entre lilios cándidos deshoja:
duda el Amor cuál más su color sea,
o púrpura nevada, o nieve roja.
De su frente la perla es, eritrea,
émula vana. El ciego dios se enoja
y, condenando su esplendor, la deja
pender el oro al nácar de su oreja


Vicente Aleixandre, 1927. Ámbito, “Cinemática”.
Venías cerrada, hermética,
a ramalazos de viento
crudo, por calles tajadas
a golpe de rachas, seco.
Planos simultáneos—sombras:
abierta, cerrada—. Suelos.
De bocas de frío, el frío.
Se arremolinaba el viento
en torno tuyo, ya a pique
de cercenarte fiel. Cuerpo
diestro. De negro. Ceñida
de cuchillas. Solo, escueto,
el perfil se defendía
rasado por los aceros.

Tubo. Calle cuesta arriba.
Gris de plomo. La hora, el tiempo.
Ojos metidos, profundos,
bajo el arco firme, negro.
Veladores del caniino
—ángulos, sombras—siniestros.
Te pasan ángulos—calle,
calle, calle, calle. Tiemblos.
Asechanzas rasan filos
por ti. Dibujan tu cuerpo
sobre el fondo azul profundo
de ti misma, ya postrero.

Meteoro de negrura.
Tu bulto. Cometa. Lienzos
de pared limitan cauces
hacia noche sòlo abiertos.
Cortas luces, cortas agrios
paredones de misterio,
haces camino escapada
de la tarde, frío el gesto,
contra cruces, contra luces,
amenazada de aceros
de viento. Pasiòn de noche
enciende, farol del pecho,
el corazòn, y derribas
sed de negror y silencios.

Jorge Guillén, 1927. “Desnudo”.

Blancos, rosas... Azules casi en veta,
dos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
de una sombra secreta.
Pero el color, infiel a la penumbra,
se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
una forma se alumbra.
Claridad aguzada entre perfiles,
de tan puros tranquilos
que cortan y aniquilan con sus filos
las confusiones viles.
Desnuda está la carne. Su evidencia
se resuelve en reposo.
Monotonía justa: prodigioso
colmo de la presencia.
¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
Oh absoluto presente!

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