sábado, 10 de julio de 2010

El toro y el torero

Góngora, 1623. “Al Marqués de Velada, herido de un toro que mató luego a cuchilladas”.

Con razón, gloria excelsa de Velada,
te admira Europa, y tanto que, celoso
su robador mentido, pisa el coso,
fiel este día, forma no alterada.

Buscó tu fresno, y extinguió tu espada
en su sangre su espíritu fogoso,
si de tus venas ya lo generoso
poca arena dejó calificada.

Lloró su muerte el sol, y del segundo
lunado signo su esplendor vistiendo
a la satisfacción se disponía;

cuando el monarca de este y de aquel mundo
dejar te mando el circo, previniendo
no acaben dos planetas en un día.

Góngora, ¿1610? “A don Pedro de Cárdenas, en un encierro de toros”.

Salí, señor don Pedro, esta mañana
A ver un toro que en un Nacimiento
Con mi mula estuviera más contento
Que alborotando a Córdoba la llana.

Romper la tierra he visto en su abesana
Mis prójimos con paso menos lento,
Que él se entró en la ciudad tan sin aliento,
Y aún más, que me dejó en la barbacana.

No desherréis vuestro Zagal, que un clavo
No ha de valer la causa, si no miente
Quien de la cuerda apela para el rabo.

Perdonadme el hablar tan cortésmente
De quien, ya que no alcalde por lo Bravo,
Podrá ser, por lo Manso, presidente.


Fernando Villalón, 1927. “La Toríada” [fragmento].

Selvática oración la de los toros
al Sol, que sus caballos
huellan ya el borde de la tierra yerta;
y ocultando a la noche sus tesoros
-y a sus vasallos huestes de luceros,
mandando retirar-; a la despierta
por sus besos Aurora
en plata viste ahora;
los valles y riberas
en neblinas emboza, y la desierta
marisma riza en brisas mañaneras.


Rafael Alberti, “Corrida de toros”


De sombra, sol y muerte, volandera
grana zumbando, el ruedo gira herido
por un clarín de sangre azul torera.

Abanicos de aplausos, en bandadas,
descienden, giradores, del tendido,
la ronda a coronar de los espadas.

Se hace añicos el aire, y violento,
un mar por media luna gris mandado
prende fuego a un farol que apaga el viento.

¡Buen caballito de los toros, vuela,
sin más jinete de oro y plata, al prado
de tu gloria de azúcar y canela!

Cinco picas al monte, y cinco olas
sus lomos empinados convirtiendo
en verbena de sangre y banderolas.

Carrusel de claveles y mantillas
de luna macarena y sol, bebiendo,
de naranja y limón, las banderillas.

Blonda negra, partida por dos bandas,
de amor injerto en oro la cintura,
presidenta del cielo y las barandas,

rosa en el palco de la muerte aún viva,
libre y por fuera sanguinaria y dura,
pero de corza el corazón, cautiva.

Brindis, cristiana mora, a ti, volando,
cuervo mudo y sin ojos, la montera
del áureo espada que en el sol lidiando

y en la sombra, vendido, de puntillas,
da su junco a la media luna fiera,
y a la muerte su gracia, de rodillas.

Veloz, rayo de plata en campo de oro
nacido de la arena y suspendido,
por un estambre, de la gloria, al toro,

mar sangriento de picas coronado,
en Dolorosa grana convertido,
centrar el ruedo manda, traspasado.

Feria de cascabel y percalina,
muerta la media luna gladiadora,
de limón y naranja, remolina

de la muerte, girando, y los toreros,
bajo una alegoría voladora
de palmas, abanicos y sombreros.

Miguel Hernández, 1933. Perito en lunas.

“Toro”.

¡A la gloria, a la gloria toreadores!
La hora es de mi luna menos cuarto.
Émulos imprudentes del lagarto,
magnificáos el lomo de colores.
Por el arco, contra los picadores,
del cuerno, flecha, a dispararme parto.
¡A la gloria, si yo antes no os ancoro,
-golfo de arena,- en mis bigotes de oro!


“Miguel de las imprentas” [Arcángel San Miguel]

Copiosa de azagayas,
provisión de furores,
urgentes tras los cuernos,
recomiendan clarines
a una arena sin playas,
era de resplandores
con parva de carmines
manejables y alternos.

Metáfora pura

Góngora, 1613. “Soledad Primera” [de los campos]. Estrofa: silva. Tema: la naturaleza.

Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa,
media luna las armas de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo,
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas,
cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
náufrago y desdeñado sobre ausente,
lagrimosas de amor dulces querellas
da al mar; que condolido,
fue a las ondas, fue al viento
el mísero gemido,
segundo de Arïón dulce instrumento.
Del siempre en la montaña opuesto pino
al enemigo Noto,
piadoso miembro roto,
breve tabla, delfín no fue pequeño
al inconsiderado peregrino
que a una Libia de ondas su camino
fïó, y su vida a un leño (...).

Luis Cernuda, 1929. “Quisiera estar solo en el sur”. [Naturaleza]
Quizá mis lentos ojos no verán más el sur
de ligeros paisajes dormidos en el aire,
con cuerpos a la sombra de ramas como flores
o huyendo en un galope de caballos furiosos.

El sur es un desierto que llora mientras canta,
y esa voz no se extingue como pájaro muerto;
hacia el mar encamina sus deseos amargos
abriendo un eco débil que vive lentamente.

En el sur tan distante quiero estar confundido.
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;
su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.

Miguel Hernández, 1933. Perito en lunas. “Palmera”.
Anda, columna, ten un desenlace

de surtidor. Principia por espuela.

Pon a la luna un tirabuzón. Hace

el camello más alto de canela.

Resuelta en claustro viento esbelto pace,

oasis de beldad a toda vela

con gargantillas de oro en la garganta:

fundada en ti se iza la serpiente, y canta.


Góngora, 1612. “Fábula de Polifemo y Galatea”.
Descripción de Polifemo: estrofas 7 y 8.
Un monte era de miembros eminente
éste, que - de Neptuno hijo fiero -
de un ojo ilustra el orbe de su frente,
émulo casi del mayor lucero;
cíclope a quien el pino más valiente,
bastón, le obedecía tan ligero,
y al grave peso junco tan delgado,
que un día era bastón y otro cayado.

Negro el cabello, imitador undoso
de las obscuras aguas del Leteo,
al viento que lo peina proceloso
vuela sin orden, pende sin aseo;
un torrente es su barba impetüoso,
que - adusto hijo de este Pirineo -
su pecho inunda, o tarde, o mal, o en vano
surcada aun de los dedos de su mano.


Descripción de Galatea: estrofas 13 y 14.

Ninfa, de Doris hija, la más bella,
adora que vio el reino de la espuma.
Galatea es su nombre y dulce en ella
el terno Venus de sus Gracias suma.
Son una y otra luminosa estrella
lucientes ojos de su blanca pluma:
si roca de cristal no es de Neptuno,
pavón de Venus es, cisne de Juno.

Purpúreas rosas sobre Galatea
la Alba entre lilios cándidos deshoja:
duda el Amor cuál más su color sea,
o púrpura nevada, o nieve roja.
De su frente la perla es, eritrea,
émula vana. El ciego dios se enoja
y, condenando su esplendor, la deja
pender el oro al nácar de su oreja


Vicente Aleixandre, 1927. Ámbito, “Cinemática”.
Venías cerrada, hermética,
a ramalazos de viento
crudo, por calles tajadas
a golpe de rachas, seco.
Planos simultáneos—sombras:
abierta, cerrada—. Suelos.
De bocas de frío, el frío.
Se arremolinaba el viento
en torno tuyo, ya a pique
de cercenarte fiel. Cuerpo
diestro. De negro. Ceñida
de cuchillas. Solo, escueto,
el perfil se defendía
rasado por los aceros.

Tubo. Calle cuesta arriba.
Gris de plomo. La hora, el tiempo.
Ojos metidos, profundos,
bajo el arco firme, negro.
Veladores del caniino
—ángulos, sombras—siniestros.
Te pasan ángulos—calle,
calle, calle, calle. Tiemblos.
Asechanzas rasan filos
por ti. Dibujan tu cuerpo
sobre el fondo azul profundo
de ti misma, ya postrero.

Meteoro de negrura.
Tu bulto. Cometa. Lienzos
de pared limitan cauces
hacia noche sòlo abiertos.
Cortas luces, cortas agrios
paredones de misterio,
haces camino escapada
de la tarde, frío el gesto,
contra cruces, contra luces,
amenazada de aceros
de viento. Pasiòn de noche
enciende, farol del pecho,
el corazòn, y derribas
sed de negror y silencios.

Jorge Guillén, 1927. “Desnudo”.

Blancos, rosas... Azules casi en veta,
dos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
de una sombra secreta.
Pero el color, infiel a la penumbra,
se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
una forma se alumbra.
Claridad aguzada entre perfiles,
de tan puros tranquilos
que cortan y aniquilan con sus filos
las confusiones viles.
Desnuda está la carne. Su evidencia
se resuelve en reposo.
Monotonía justa: prodigioso
colmo de la presencia.
¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
Oh absoluto presente!

Pintura y Poesía

Góngora, 1614. “Inscripción para el sepulcro de Domínico Greco”.
Esta en forma elegante, ¡oh peregrino!,
de pórfido luciente dura llave,
el pincel niega al mundo más suave
que dio espíritu a leño, vida a lino.
Su nombre, aun de mayor aliento dino
que en los clarines de la Fama cabe,
el campo ilustra de este mármol grave,
venéralo y prosigue tu camino.
Yace el griego, heredó Naturaleza
arte y el Arte estudio, Iris colores,
Febo luces, si no sombras Morfeo.
Tanta urna, a pesar de su dureza,
lágrimas beba, y cuantos suda olores
corteza funeral de árbol sabeo.

Góngora, 1620. “A un pintor flamenco, mientras pintaba su retrato”.
Hurtas mi vulto y, cuanto más le debe
a tu pincel, dos veces peregrino,
de espíritu vivaz el breve lino
en las colores que sediento bebe,
vanas cenizas temo al lino breve,
que émulo del barro lo imagino,
a quien, ya etéreo fuese, ya divino,
vida le fió muda esplendor leve.
Belga gentil, prosigue al hurto noble;
que a su materia perdonará el fuego,
y el tiempo ignorará su contextura.
Los siglos que en sus hojas cuenta un roble,
árbol los cuenta sordo, tronco ciego;
quien más ve, quien más oye, menos dura.

Juan Larrea, 1927. “Un color le llamaba Juan” [fragmento]. A la memoria de Juan Gris.
Bendigamos el confort de las hormigas regulares
Y la noche aún más triste que el papel secante
Después de la muerte de las palabras
Ahora que el silencio se hace dulcemente festín de pájaro
Entre los trigos capricho de una cárcel florida.

Todos los arroyos interiores hemos acudido
A aliviar este molino de individuo
Único convidado que nos queda
De aquel que ha partido hacia el invierno sin pretexto
Sobre un dolor de pradera antigua
Las hormigas arrastran nuestras lágrimas de este a oeste.

Gerardo Diego, 1924. “Cuadro” [fragmento]. A Maurice Raynal.

El mantel jirón del cielo
Es mi estandarte
Y el licor del poniente
Da su reflejo al arte,

Yo prefiero el mar cerrado
Y al sol le pongo sordina
Mi poesía y las manzanas
Hacen una atmósfera más fina

En medio la guitarra
Amémosla
Ella recoge el aire circundante
Es el desnudo nuevo
Venus del siglo o madona sin infante

Lorca, 1924. “Oda a Salvador Dalí” [fragmento].

Un deseo de formas y límites nos gana.
Viene el hombre que mira con el metro amarillo.
Venues es una blanca naturaleza muerta
Y los coleccionistas de mariposas huyen.

Alberti, A la pintura.

La fuerza del hipérbaton

Góngora.

Hermana Marica,
mañana, que es fiesta,
no irás tú a la amiga
ni yo iré a la escuela.

Pondráste el corpiño
y la saya buena,
cabezón labrado,
toca y albanega,

y a mí me pondrán
mi camisa nueva,
sayo de palmilla,
media de estameña;

y si hace bueno
trairé la montera
que medio la Pascua
mi señora abuela,

y el estandal rojo
con lo que le cuelga,
que trajo el vecino
cuando fue a la feria.

Iremos a misa,
veremos la iglesia,
darános un cuarto
mi tía la ollera.

Compraremos de él
(que nadie lo sepa)
chochos y garbanzos
para la merienda;

y en la tardecica,
en nuestra plazuela,
jugaré yo al toro
y tú a las muñecas

con las dos hermanas
Juana y Madalena
y las dos primillas
Marica y la tuerta;

y si quiere madre
dar las castañetas,
podrás tanto d'ello
bailar en la puerta;

y al son del adufe
cantará Andrehuela
"No me aprovecharon,
madre, las hierbas";

y yo de papel
haré una librea,
teñida con moras
porque bien parezca,

y una caperuza
con muchas almenas;
pondré por penacho
las dos plumas negras

del rabo del gallo,
que acullá en la huerta
anaranjeamos
las Carnestolendas;

y en la caña larga
pondré una bandera
con dos borlas blancas
en sus trazanderas;

y en mi caballito
pondré una cabeza
de guadamecí,
dos hilos por riendas,

y entraré en la calle
haciendo corvetas.
Yo y otros del barrio
que son más de treinta

jugaremos cañas
junto a la plazuela,
porque Barbolilla
salga acá y nos vea:

Bárbola, la hija
de la panadera,
la que suele darme
tortas con manteca,

porque algunas veces
hacemos yo y ella
las bellaquerías
detrás de la puerta.
Alberti, 1927. “Soledad Tercera. (Paráfrasis incompleta)”, [fragmento]. Cal y canto.
Conchas y verdes líquenes salados,
Los dormidos cabellos todavía,
Al de una piedra sueño, traje umbroso
Vistiendo estaban, cuando desvelados,
Cítaras ya, esparcidos,
Por la del viento lengua larga y fría
Templados y pulsados
Fueron y repetidos
Que el joven caminante su reposo
Vio, música segura,
Volar y, estrella pura,
Diluirse en la Lira, perezoso.

Lorca, “Soledad insegura. [En honor de Góngora]”, 14 de febrero de 1927.
Noche de flor cerrada y vena oculta,
-almendra sin cuajar de verde tacto-,
Noche cortada demasiado pronto,
Agitaba las hojas y las almas.
Pez mudo por el agua de ancho ruido,
Lascivo se bañaba en el temblante,
Luminoso marfil, recién cortado
Al cuerno adolescente de la luna.
Y si el centauro canta en las orillas
Deliciosa canción de trote y flecha,
Ondas recojan glaucas sus acentos
Con un dolor sin límite, de nardos.
Lyra bailaba en la fingida curva,
Blanco inmóvil de inmóvil geometría.

Romancilla apoyado en una canción popular

Góngora, 1581:



Da bienes Fortuna
Que no están escritos:
cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.
¡Cuán diversas sendas
se suelen seguir
en el repartir
honras y haciendas!
A unos da encomiendas,
a otros sambenitos.
Cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.
A veces despoja
de choza y apero
al mayor cabrero;
y a quien se le antoja
la cabra más coja
pare dos cabritos.
Cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.
Porque en una aldea
un pobre mancebo
hurtó sólo un huevo,
al sol bambolea;
y otro se pasea con cien mil delitos.
Cuando pitos flautas
cuando flautas pitos.
Góngora.
Las flores del romero,
niña Isabel,
hoy son flores azules,
mañana serán miel.

Celosa estás, la niña,
celosa estás de aquel
dichoso, pues, le buscas,
ciego, pues no te ve,
ingrato, pues te enoja
y confiado, pues
no se disculpa hoy
de lo que hizo ayer.
Enjuguen esperanzas
lo que lloras por él;
que los celos entre aquellos
que se han querido bien
hoy son flores azules,
mañana serán miel.

Aurora de ti misma,
que cuando a amanecer
a tu placer empiezas,
te eclipsan tu placer,
serénense tus ojos,
y más perlas no des,
porque al Sol le está mal
lo que a la Aurora bien.
Desata como nieblas
todo lo que no ves;
que sospechas de amantes
y querellas después,
hoy son flores azules,
mañana serán miel.

Alberti, “Por amiga, por amiga”.
Por amiga, por amiga.
Sólo por amiga.
Por amante, por querida.
Sólo por querida.
Por esposa, no.
Sólo por amiga.

Alberti, “Zarza florida”.
SAN RAFAEL (SIERRA DE GUADARRAMA)
Zarza florida
Rosal sin vida.
Salí de mi casa, amante,
por ir al campo a buscarte.
Y en una zarza florida
hallé la cinta prendida,
de tu delantal, mi vida.
Hallé tu cinta prendida,
y más allá, mi querida,
te encontré muy mal herida
bajo del rosal, mi vida.
Zarza florida
Rosal sin vida.
Bajo del rosal sin vida.

Lorca, 1923: “Baladilla de los tres ríos”.
El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos,
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo.
¡Ay, amor
que se fue y no vino!
El río Guadalquivir
tiene las barbas granates.
Los dos ríos de Granada,
uno llanto y otro sangre.
¡Ay, amor
que se fue por el aire!
Para los barcos de vela
Sevilla tiene un camino;
por el agua de Granada
sólo reman los suspiros.
¡Ay, amor
que se fue y no vino!
Guadalquivir, alta torre
y viento en los naranjales,
Dauro y Genil, torrecillas
muertas sobre los estanques.
¡Ay, amor
que se fue por el aire!
¡Quién dirá que el agua lleva
un fuego fátuo de gritos!
¡Ay, amor
que se fue y no vino!
Llevo azahar, lleva olivas,
Andalucía, a tus mares,
¡Ay, amor
que se fue por el aire!

Gerardo Diego: repetición propia del Romancero tradicional, “Fontefrida, fontefrida”.
Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja,
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.

Indiferente o cobarde
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.

Tú, viejo Duero, sonríes
Entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.

Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.

Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.

Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada

sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.

La repetición: una técnica

Góngora, 1609. De gitanos. Estribillo popular hallado en varios bailes de ppos. S. XVII
A LO MISMO
A la dina dana dina, la dina dana,
vuelta zoberana.
A la dana dina dana, la dana DINA,
mudanza divina.

Maldonado, Maldonado, 5
el de la perzona zuelta,
dina dana,
volteador afamado,
Dale a tu alma una vuelta,
dana dina; 10
Que si contrita y abzuelta
llega a comer ezte pan,
No la taza le darán,
Zino el cáliz que hoy ze gana.
A la dina dana dina, la dina dana, 15
vuelta zoberana.

Querida, la mi querida,
bailémoz, y con primor,
dana dina;
mudanza hagamoz de vida, 20
Que ez la mudanza mejor,
dina dana;
entre en mi alma el Zeñor,
No como en Hieruzalén,
Que, aunque cuatrero de bien, 25
No azeguro la pollina.
A la dana dina dana, la dana DINA,
mudanza divina.

Góngora, 1615. Introduce numerosos lusismos, ya que intervienen esclavos negros.
A LO MISMO
A - ¡Oh, qué vimo, Mangalena!
¡Oh, qué vimo!
B - ¿Dónde, primo?
A - No portalo de Belena.
B - ¿E qué fu? 5
A - Entre la hena
mucho Sol con mucha raya.
B - ¡Caya, caya!
A - Por en Diosa que no miento.
B - Vamo ayá.
A - Toca instrumento.
B - Elamú, calambú, cambú, 10
elamú.
A - Tú, prima, sará al momento
escravita do nacimento.
B - ¿E qué sará, primo, tú?
A - Saró bu, 15
se chora o menín Jesú.
B - Elamú, calambú, bambú,
elamú.

A - Cosa vimo, que creeya
pantará: mucha jerquía, 20
cantando con melonía
a un niño que e Diosa e Reya,
ma tan desnuda, que un bueya
le está contino vahando.
B - Veamo, primo, volando 25
tanta groria e tanta pena.
A - ¡Oh, qué vimo, Mangalena!, etc.

A - Soméme, e véndome a rosa
de Jericongo, María,
-Entra, dijo, prima mía, 30
que negra só, ma hermosa.
B - ¿Entraste?
A - Sí, e maliciosa
a mula un coz me tiró.
B - Caya, que non fu coz, no.
A - ¿Pos qué fu? 35
B - Invidia morena.
A - ¡Oh, qué vimo, Mangalena!, etc.

Lorca, septiembre de 1934: “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”. Partes I y II:

“La cogida y la muerte”: a las cinco de la tarde.
“La sangre derramada”: ¡Que no quiero verla!
“Romance sonámbulo”: Verde que te quiero verde.

Alberti, 1925. “El niño de la Palma. (Chuflillas) [Versos ligeros, juguetones, donde el torero le toma el pelo al toro]”.
¡Qué revuelo!
¡Aire, que al toro torillo
le pica el pájaro pillo
que no pone el pie en el suelo!
¡Qué revuelo!
Ángeles con cascabeles
arman la marimorena,
plumas nevando en la arena
rubí de los redondeles.
La Virgen de los caireles
baja una palma del cielo.
¡Qué revuelo!
—Vengas o no en busca mía,
torillo mala persona,
dos cirios y una corona
tendrás en la enfermería.
¡Qué alegría!
¡Cógeme, torillo fiero!
¡Qué salero!
De la gloria, a tus pitones,
bajé, gorrión de oro,
a jugar contigo al toro,
no a pedirte explicaciones.
¡A ver si te las compones
y vuelves vivo al chiquero!
¡Qué salero!
¡Cógeme, torillo fiero!
Alas en las zapatillas,
céfiros en las hombreras,
canario de las barreras,
vuelas con las banderillas.
Campanillas
te nacen en las chorreras.
¡Qué salero!
¡Cógeme, torillo fiero!
Te digo y te lo repito,
para no comprometerte,
que tenga cuernos la muerte
a mí se me importa un pito.
Da, toro torillo, un grito
y, ¡a la gloria en angarillas!
¡Qué salero!
¡Que te arrastran las mulillas!
¡Cógeme, torillo fiero!

(El alba del alhelí, 1926)

Enfermedad y muerte

Góngora, 1594: “De un caminante enfermo que se enamoró donde fue hospedado”
Descaminado, enfermo, peregrino,
en tenebrosa noche, con pie incierto,
la confusión pisando del desierto,
voces en vano dio, pasos sin tino.

Repetido latir, si no vecino, 5
distinto oyó de can siempre despierto,
y en pastoral albergue mal cubierto
piedad halló, si no halló camino.

Salió el sol, y entre armiños escondida,
somnolienta beldad con dulce saña 10
salteó al no bien sano pasajero:

pagará el hospedaje con la vida;
más le valiera error en la montaña
que morir de la suerte que yo muero.

1623: “Infiere, de los achaques de la vejez, cercano el fin a que católico se alienta”.
En este occidental, en este, oh Licio,
climatérico lustro de tu vida
todo mal afirmado pie es caída,
toda fácil caída es precipicio.
¿Caduca el paso? Ilústrese el juicio.
Desatándose va la tierra unida;
¿qué prudencia del polvo prevenida
la ruina aguardó del edificio?
La piel no sólo sierpe venenosa,
mas con la piel los años se desnuda,
y el hombre no. ¡Ciego discurso humano!
¡Oh aquél dichoso que, la ponderosa
porción depuesta en una piedra muda,
la leve da al zafiro soberano!

29 de agosto de 1623: “De la brevedad engañosa de la vida”.
Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro en la arena muda
no coronó con más silencio meta

que presurosa corre, que secreta
a su fin nuestra edad. A quien lo duda
(fiera que sea de razón desnuda)
cada sol repetido es un cometa.

Confiésalo Cartago, ¿y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.

Mal te perdonarán a ti las horas,
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años.

Lorca, 1935: “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías – 2. La sangre derramada”.
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!

Jorge Guillén, 1930: “Muerte a lo lejos”.
Alguna vez me angustia una certeza
y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándole está de pronto un muro
del arrabal final en que tropieza

la luz del campo. ¿Mas habrá tristeza
si la desnuda el sol? No, no hay apuro
todavía. Lo urgente es el maduro
fruto. La mano ya le descorteza.

Y un día entre los días el más triste
será. Tenderse deberá la mano
sin afán. Y acatado el inminente

poder diré sin lágrimas: embiste,
justa fatalidad. El muro cano
va a imponerme su ley, no su accidente.

El gusto por las flores

Góngora, 1603:

Lilio siempre real nascí en Medina
Del Cielo, con razón, pues nascí en ella;
Ceñí de un Duque excelso, aunque flor bella,
De rayos más que flores frente dina.
Lo caduco esta urna peregrina,
Oh peregrino, con majestad sella;
Lo fragrante, entre una y otra estrella,
Vista no fabulosa determina.
Estrellas son de la guirnalda griega
Lisonjas luminosas, de la mía
Señas oscuras, pues ya el Sol corona.
La suavidad que expira el mármol (llega)
Del muerto lilio es; que aun no perdona
El santo olor a la ceniza fría.


Góngora, 1609:

Los blancos lilios que de ciento en ciento,
Hijos del Sol, nos da la Primavera,
A quien del Tajo son en la ribera
Oro su cuna, perlas su alimento;
Las frescas rosas, que ambicioso el viento
Con pluma solicita lisonjera,
Como quien de una y otra hoja espera
Purpúreas alas, si lascivo aliento,
A vuestro hermoso pie cada cual debe
Su beldad toda. ¿Qué hará la mano,
Si tanto puede el pie, que ostenta flores,
Porque vuestro esplendor venza la nieve,
Venza su rosicler, y porque en vano,
Hablando vos, espiren sus olores?

J.R.J., 1919. Piedra y Cielo: “El poema”
¡No le toques ya más,
Que así es la rosa!

“Amor”

¡Entera en la mañana, cada día,
Para mí; toda, cuerpo y alma
-flor cerrada de nuevo con la aurora,
Con su perfume recojido,
Barca tornada al puerto, con el sol,
De su pesca nocturna, mar adentro,
Con su vela plegada-;
Haciéndome gustosa –entera para mí-,
Como una reina buena, entre sonrisas olvidadas de la gloria,
La donación del sueño!

Lorca, 1924. “Oda a Salvador Dalí” [fragmento]

Una rosa en el alto jardín que tú deseas.
Una rueda en la pura sintaxis del acero.
Desnuda la montaña de niebla impresionista.
Los grises oteando sus balaustradas últimas.

“Casida VII. De la rosa”
La rosa,
No buscaba la aurora:
Casi eterna en su ramo,
Buscaba otra cosa.

La rosa,
No buscaba ni ciencia ni sombra:
Confín de carne y sueño,
Buscaba otra cosa.

La rosa,
No buscaba la rosa:
Inmóvil por el cielo
Buscaba otra cosa.

Jorge Guillén, 1926: “La rosa”. A J.R.J.

Yo vi la rosa: clausura
Primera de la armonía,
Tranquilamente futura.
Su perfección sin porfía
Serenaba el ruiseñor,
Cruel en el esplendor
Espiral del gorgorito.
Y al aire ciñó el espacio
Con plenitud de palacio,
Y fue ya imposible el grito.

Gerardo Diego, 1932: “Flores apenas”

Flores de ágiles luces de cinema,
Flores de sueño, flores de ceniza,
Esa pierna, ese torso, esa melliza
Sesga mirada que fulgura y quema,

La blanca nuca en flor y la diadema
De cabellos en flor que se abre y riza,
Cómo resbaladiza se desliza
Esa vida, la vida que no rema.

Óptica diminuta, el mar y el sable,
Las espumas que extienden sus labores.
Vidrios sobre el mantel, plano palpable,

Delicia al tacto de ojos bebedores.
Nada sois, nada, engaño irreparable,
Flores apenas, flores, flores, flores.

¡Viva don Luis de Góngora y Argote!




Rubén Darío en Cantos de vida y esperanza (1905).

TRÉBOL

I

DE DON LUIS DE ARGOTE Y GÓNGORA
A DON DIEGO DE SILVA VELÁZQUEZ

Mientras el brillo de tu gloria augura
ser en la eternidad sol sin poniente,
fénix de viva luz, fénix ardiente,
diamante parangón de la pintura,

de España está sobre la ves te obscura
tu nombre, como joya reluciente;
rompe la Envidia el fatigado diente,
y el Olvido lamenta su amargura.

Yo en equívoco altar, tú en sacro fuego,
miro a través de mi penumbra el día
en que al calor de tu amistad, Don Diego,

jugando de la luz con la armonía,
con la alma luz, de tu pincel el juego
el alma duplicó de la faz mía.

2

DE DON DIEGO DE SILVA VELÁZQUEZ
A DON LUIS DE ARGOTE Y GÓNGORA

Alma de oro, fina voz de oro,
al venir hacia mí, ¿por qué suspiras?
Ya empieza el noble coro de las liras
a preludiar el himno a tu decoro;

ya al misterioso son del noble oro
calma al Centauro sus grotescas iras,
y con nueva pasión que les inspiras
tornan a amarse Angélica y Medoro.

A Teócrito y Poussin la Fama dote
con la corona de laurel supremo;
que en donde da Cervantes el Quijote

y yo las telas con mis luces gemo,
para Don Luis de Góngora y Argote
traerá una nueva palma Polifelilo.

3

En tanto pace estrellas el Pegaso divino,
y vela tu hipogrifo, Velázquez, la Fortuna,
en los celestes parques al Cisne gongorino
deshoja sus sutiles margaritas la Luna.

Tu castillo, Velázquez, se eleva en el camino
del Arte como torre que de águilas es cuna,
y tu castillo, Góngora, se alza al azul cual una
jaula de ruiseñores labrada en oro fino.

Gloriosa la península que abriga tal colonia.
¡Aquí bronce corintio, y allá mármol de Jonia!
Las rosas a Velázquez, ya Góngora claveles.

De ruiseñores y águilas se pueblan las encinas,
y mientras pasa Angélica sonriendo a las Meninas,
salen las nueve Musas de un bosque de laureles.
I. DESDE LA PREHISTORIA…

1. Carta de Valle-Inclán a Rafael Alberti:

Releí a Góngora hace unos meses –el pasado verano- y me ha causado un efecto desolador, lo más alejado de todo respeto literario -¡Inaguantable!- De una frialdad, de un rebuscamiento de “precepto…”. No soy capaz de decir una cosa por otra.
La Gaceta Literaria (nº 11, junio de 1927)

2. Negativa sentimental de Antonio Machado:

Por mi desdicha no tengo tiempo que dedicar a trabajos tan de mi gusto como ese que ustedes me proponen. Todo el día me ocupan clases prácticas, repasos, etc., en el Instituto. Con todo, si algo puedo hacer, se lo remitiré.

La Gaceta Literaria (nº 11, junio de 1927)

3. Acerca del silencio de Azorín:

Pero unos informes, primero indirectos por dos conductos distintos, después directos de un digno miembro de la R.A.E. me habían asegurado que V. se opusiera a que la Academia celebrara el Centenario. Si fuera preciso, diría el nombre del académico, y añadiría circunstancias y testigo, […] Yo ya sé que no es discreto utilizar tales confidencias, pero el pecado de la indiscreción –tan frecuente en periódicos que pasan por muy serios me parecía perdonable en la indiscreta Lola, ansiosa de desvelar las verdades sobre Góngora… [Carta de Gerardo Diego a Azorín]

Lola (nº 3-4, mayo de 1928)

4. Consideraciones de Ortega:

Eternamente, la poesía ha consistido en dar gato por liebre […] Yo preferiría, sin embargo, que los jóvenes argonautas de la nave gongorina se complaciesen en limitar su entusiasmo. Sin límites, no hay fisionomía. Hay que definir la gracia de Góngora, pero, a la vez, su horror. Es maravilloso y es insoportable, titán y monstruo de feria: Polifemo y a veces sólo tuerto.

La Gaceta Literaria (nº 11, junio de 1927)

5. Ramón:

Góngora es maestro de realidades […] Góngora pensó en el adorno del arte, loco del deseo del adorno, frente a una realidad hirsuta, sobrecargada, elemental. El mismo churriguerismo fue esto: exaltación mística, deseo fervoroso del adorno, frente a una realidad meridiana, escueta, silvestre, rústica, ascética y enloquecida de sequedad como ninguna.
Quiso retener humos, perfumes y, sobre todo, esas diminutas estrellas que, como jazmines de los cielos, cuelgan sobre la verja de la tierra.
¡Quedó tu anhelo, maestro!
Postdata.- Muy detrás de la fecha de Góngora, pero digno de ser conmemorado y recordado con él, está Mallarmé. No lo olvidemos.

La Gaceta Literaria (nº 11, junio de 1927)

6. “Góngora en la verbena”, de Francisco de Ayala:

En el centro, centro, la cabeza del poeta. Cortada. Puesta sobre un plato, en un trípode.
Los ojos, amoratados, entornadizos. Los labios, flácidos. La memoria, perdida. Y sobre la cabeza –nada de calvicie-, un hervor de serpiente. […]
Cabeza gorgónica, de Medusa. Qué terror y qué encanto.
Bajo el plato, un cartelito: No mirar. Peligro de muerte. Convierte en piedra.

La Gaceta Literaria (nº 1, febrero de 1927)


7. Gerardo Diego felicita a Ayala tras su rectificación pública:

Muy bien, amigo Ayala, su noble rectificación […] Siempre le supuse incapaz de agraviar injustamente, y he cerlebrado muy de veras que lo demuestre ahora con su conducta.

Carta de Gerardo Diego a Francisco Ayala



II. …A LA HISTORIA

1. ACTOS

El auto de fe en desagravio de tres siglos de necesidades (y los que vendrán).
La representación de alguna comedia de Góngora.
El concierto de música antigua y moderna sobre Góngora.
Una verbena andaluza decorada por nuestros artistas.
Y la exposición de los dibujos y grabados.
Y conferencias.
Y lecturas.
Y toda clase de manifestaciones juveniles en serio y en broma, según conviniese.

Gerardo Diego, “Crónica del Centenario de Góngora”, Lola (nº 1, diciembre de 1927)

Una misa por don Luis en la de San Sebastián, por ejemplo, para que rabie Lope.
Secuestro de Astrana Marín con alusiones a la hoguera inquisitorial.
Apedrear la casa de Valle-Inclán.
Una silba –y una silva, si es preciso- a tres voces a Alemany el viejo.
Auto de fe.
¡Viva Góngora!

Carta de Gerardo Diego a Dámaso Alonso

De su casona de Tudanca salió un paquete vejatorio en 1927, conteniendo una cabeza degollada de macho cabrío, con sus buenas y doctas barbas, como regalo despiadado para don Ramón del Valle-Inclán, por su testarudo antigongorismo.

Rafael Gómez de Tudanca, “Cossío y la Generación del 27” (inédito), recogido por Gabriele Morelli.


Los gongoristas se atrevieron a un Auto de Fe (celebrado el 23 de mayo, aniversario de la muerte de Góngora) donde dieron al fuego libros de Menéndez Pelayo, Cejador, Hurtado y Palencia, Cotarelo, Fitzmaurice-Kelly,
una variedad de “juegos de agua” contra los muros de la Academia,
y una solemne misa de réquiem en sufragio de don Luis donde los escasos asistentes, confundidos, acabaron por darle el pésame a Bergamín, el más serio.

Rafael Alberti, La arboleda perdida.


Y como número de fuerza, un gran auto de fe, quemando ejemplares reales o en efigie de todos los libros que han hablado mal de don Luis –críticos, historiadores, de texto, etc.- y monigotes representativos del Catedrático, el Académico y el Erudito gongorófobos. Y haremos lo posible por quemar vivo, como muestra y para escarmiento, a Astrana Marín. Es necesario que el programa se cumpla. Tenemos todos ese deber.

Carta de Gerardo Diego a Alfonso Reyes.


Lo del Auto es muy divertido: el 23 de mayo de 1927, en un solar madrileño, donde se quemaron monigotes (“el erudito topo”, “el catedrático marmota” y “el académico crustáceo”) confeccionados por Moreno Villa, representativos de los enemigos de Góngora.

Carta de Miguel Artigas a Gerardo Diego
y explicaciones de Gabriela Morelli.


Se dejó caer la insinuación de que el funeral fue un acto “fascista”:
Giménez Caballero publicó una supuesta entrevistatitulada “Gerardo Diego, poeta fascista” en El Sol, donde afirma “ante ese pronunciamiento católico, dictatorial, barroco, arrebatado y pasadista…”

Andrés Soria Olmedo, Las vanguardias y la generación del 27

2. PUBLICACIONES: PROYECTO INICIAL

1. Soledades.- Edición, prólogo y versión de Dámaso Alonso.
2. Romances.- Edición y prólogo de José María de Cossío.
3. Sonetos.- Edición y prólogo de Pedro Salinas.
4. Octavas.- Edición y prólogo de Jorge Guillén.
5. Letrillas.- Edición y prólogo de Alfonso Reyes.
6. Canciones, Décimas y Tercetos.- Edición y prólogo de Manuel Artigas.
7. Antología en honor de Góngora desde Lope de Vega hasta Rubén Darío.- Selección y prólogo de Gerardo Diego.
8. Poesías de poetas contemporáneos a Góngora.- Animador y colector: Rafael Alberti.
9. Prosas de contemporáneos sobre Góngora.- Colector: A. Marichalar.
10. Álbum de dibujos (contemporáneos).- Colector: Moreno Villa.
11. Álbum musical.- Colector: Ernesto Halffter.
12. Relación del Centenario.- Por varios

Lola (nº 1, diciembre de 1927)

3. PUBLICACIONES APARECIDAS EN 1927

1. Soledades de Góngora (Madrid, Revista de Occidente), de Dámaso Alonso.
2. Don Luis de Góngora y Argote, Versos de Góngora. En el centenario del óbito del poeta (Córdoba, Real Academia de Córdoba), de Miguel Artigas.
3. Cuestiones gongorinas (Madrid, Espasa-Calpe), de Alfonso Reyes.
4. Antología poétca en honor de Góngora: desde Lope de Vega a Rubén Darío (Madrid, Revista de Occidente), de Gerardo Diego.
5. Romances de Góngora (Madrid, Revista de Occidente), de José María Cossío.


4. LISTA DE INVITADOS, LOS QUE CUMPLIERON Y LOS QUE NO

1. POETAS: L. Cernuda, J. M. Quiroga, F. G. Lorca, V. Aleixandre, G. Diego, J. Guillén, R. Alberti, J. M. Hinojosa, E. Prados, M. Altolaguirre, E. Frutos, J. Larrea, P. Garfias, J. Bergamín, J. Romero Murube, Alejandro Collantes (no estoy seguro).
2. FUERON RECHAZADAS LAS POESÍAS DE: M. Bacarisse, M. Pérez Ferrero, J. Rivas Panedas, el soneto de Claudio de la Torre se lo mandé a Juan Guerrero.
3. GENTE QUE PROMETIÓ Y NO CUMPLIÓ: A. Marichalar, Antonio Espina, B. Jarnés, M. F. Almagro, D. Alonso, P. Salinas, A. Machado, Giménez Caballero, G. de Torre, A. Reyes, R. Gómez de la Serna. (Algunos publicaron en La Gaceta Literaria).
4. LOS QUE SE NEGARON: El burro de Valle-Inclán [sic.], D. Miguel de Unamuno y J.R.J.
5. LOS QUE NI CONTESTARON A NUESTRA INVITACIÓN: M. Machado, R. P. de Ayala, E. d’Ors, J. Ortega y Gasset, F. Vela, R. de Basterra, V. Huidobro.

Carta de Rafael Alberti a Gerardo Diego

5. REVISTAS QUE SE HICIERON ECO DEL HOMENAJE

1. Lola (nº 1 – 4)
2. Litoral (nº 5 – 7)
3. La Gaceta Literaria (nº 11)
4. Revista de Filología Española
5. Revista de Occidente
6. Verso y Prosa (Murcia)
7. Mediodía (Sevilla)
8. Papel de Aleluyas (Huelva)
9. Litoral (Málaga)


6. UNOS HOMENAJES MUY PERSONALES

1, Luis Cernuda, “Góngora [escrito en Oxford, del 6 al 9 de septiembre de 1941]” en Como quien espera al alba.





El andaluz envejecido que tiene gran razón para su orgullo,
El poeta cuya palabra lúcida es como diamante,
Harto de fatigar sus esperanzas por la corte,
Harto de su pobreza noble que le obliga
A no salir de casa cuando el día, sino al atardecer, ya que las sombras,
Más generosas que los hombres, disimulan
En la común tiniebla parda de las calles
La bayeta caduca de su coche y el tafetán delgado de su traje;
Harto de pretender favores de magnates,
Su altivez humillada por el ruego insistente,
Harto de los años tan largos malgastados
En perseguir fortuna lejos de Córdoba la llama y de su muro excelso,
Vuelve al rincón nativo para morir tranquilo y silencioso.

Ya restituye el alma a soledad sin esperar de nadie
Si no es de su conciencia [...]

Pero en la poesía encontró siempre, no tan sólo hermosura, sino ánimo,
La fuerza del vivir más libre y más soberbio,
Como un neblí que deja el puño duro para buscar las nubes
Traslúcidas de oro allá en el cielo alto.
Ahora al reducto último de su casa y su huerto le alcanzan todavía
Las piedras de los otros, salpicaduras tristes
Del aguachirle caro para las gentes
Que forman el común y como público son árbitro de gloria.
Ni aun esto Dios le perdonó en la hora de su muerte.
Decretado es al fin que Góngora jamás fuera poeta,
Que amó lo oscuro y vanidad tan sólo le dictó sus versos.
Menéndez y Pelayo, el montañés henchido por sus dogmas,
No gustó de él y le condena con fallo inapelable.

Viva pues Góngora, puesto que así los otros
Con desdén le ignoraron, menosprecio
Tras del cual aparece su palabra encendida
Como estrella perdida en lo hondo de la noche,
Como metal insomne en las entrañas de la tierra.
Ventaja grande es que esté ya muerto
Y que de muerto cumpla los tres siglos, que así pueden
Los descendientes mismos de quienes le insultaban
Inclinarse a su nombre, dar premio al erudito,
Sucesor del gusano, royendo su memoria.
Mas él no transigió en la vida ni en la muerte
Y a salvo puso su alma irreductible
Como demonio arisco que ríe entre negruras.

Gracias demos a Dios por la paz de Góngora vencido;
Gracias demos a Dios por la paz de Góngora exaltado;
Gracias demos a Dios, que supo devolverle (como hará con nosotros),
Nulo al fin, ya tranquilo, entre su nada.


2. Jorge Guillén, “El ruiseñor” en Cántico. [Poema dedicado a don Luis de Góngora].
El ruiseñor, pavo real
facilísimo del pío,
envía su memorial
sobre la curva del río,
lejos, muy lejos, a un día
parado en su mediodía,
donde un ave carmesí,
cenit de una primavera
redonda, perfecta esfera
no responde nunca: sí.

3. Jorge Guillén, 1973. Y otros poemas, “Unos amigos. (Diciembre de 1927)” [fragmento].
¿Aquel momento ya es una leyenda?
Leyenda que recoge firme núcleo.
Así no se evapora, legendario
Con sus claras jornadas de esperanza,
Esperanza en acción y muy jovial,
Sin postura de escuela o teoría,
Sin presunción de juventud que irrumpe,
Redentora entre añicos,
Visible el entusiasmo
Diluido en la luz, en el ambiente
De fervor y amistad.

4. Picasso, Vingt poèmes de Góngora. Ed. De Milner.
Textos en español manuscritos e ilustrados por el pintor malagueño.
Picasso prorroga las celebraciones del Tercer Centenario durante dos décadas.




III. LA POESÍA PURA DE GÓNGORA VISTA POR LORCA



“Esto tiene una grandeza casi épica:

Que sin corona vuela y sin espada,
Susurrante amazona, Dido alada,
De ejército más casto, de más bella
República, ceñida, en vez de muros,
De cortezas; es esta, pues, Cartago,
Reina la abeja, oro brillando vago,
O el jugo bebe de los aires puros,
O el sudor de los cielos, cuando liba
De las mudas estrellas la saliva.

Y es de una abeja y su colmena de quien habla el poeta. […] ¿No tiene aquí la misma grandeza que cuando nos habla del mar, del alba y usa términos astronómicos? Dobla y triplica la imagen para llevarnos a planos diferentes que necesita para redondear la sensación y comunicarla con todos sus aspectos. Nada más sorprendente de poesía pura.
Góngora tuvo una gran altura clásica, y esto le dio fe en sí mismo.”

“Naturalmente, Góngora no crea sus imágenes sobre la misma Naturaleza, sino que lleva el objeto, cosa o acto a la cámara oscura de su cerebro y de allí salen transformados para dar el gran salto sobre el otro mundo con que se funden. Por eso su poesía, como no es directa, es imposible de leer ante los objetos de que habla […]
Góngora tiene un mundo aparte, como todo gran poeta”.

F.G.Lorca, “La imagen poética de don Luis de Góngora”



IV. EL GUSTO POR LAS FLORES

Góngora, 1603:

Lilio siempre real nascí en Medina
Del Cielo, con razón, pues nascí en ella;
Ceñí de un Duque excelso, aunque flor bella,
De rayos más que flores frente dina.
Lo caduco esta urna peregrina,
Oh peregrino, con majestad sella;
Lo fragrante, entre una y otra estrella,
Vista no fabulosa determina.
Estrellas son de la guirnalda griega
Lisonjas luminosas, de la mía
Señas oscuras, pues ya el Sol corona.
La suavidad que expira el mármol (llega)
Del muerto lilio es; que aun no perdona
El santo olor a la ceniza fría.


Góngora, 1609:

Los blancos lilios que de ciento en ciento,
Hijos del Sol, nos da la Primavera,
A quien del Tajo son en la ribera
Oro su cuna, perlas su alimento;
Las frescas rosas, que ambicioso el viento
Con pluma solicita lisonjera,
Como quien de una y otra hoja espera
Purpúreas alas, si lascivo aliento,
A vuestro hermoso pie cada cual debe
Su beldad toda. ¿Qué hará la mano,
Si tanto puede el pie, que ostenta flores,
Porque vuestro esplendor venza la nieve,
Venza su rosicler, y porque en vano,
Hablando vos, espiren sus olores?

J.R.J., 1919. Piedra y Cielo: “El poema”
¡No le toques ya más,
Que así es la rosa!

“Amor”

¡Entera en la mañana, cada día,
Para mí; toda, cuerpo y alma
-flor cerrada de nuevo con la aurora,
Con su perfume recojido,
Barca tornada al puerto, con el sol,
De su pesca nocturna, mar adentro,
Con su vela plegada-;
Haciéndome gustosa –entera para mí-,
Como una reina buena, entre sonrisas olvidadas de la gloria,
La donación del sueño!

Lorca, 1924. “Oda a Salvador Dalí” [fragmento]

Una rosa en el alto jardín que tú deseas.
Una rueda en la pura sintaxis del acero.
Desnuda la montaña de niebla impresionista.
Los grises oteando sus balaustradas últimas.

“Casida VII. De la rosa”
La rosa,
No buscaba la aurora:
Casi eterna en su ramo,
Buscaba otra cosa.

La rosa,
No buscaba ni ciencia ni sombra:
Confín de carne y sueño,
Buscaba otra cosa.

La rosa,
No buscaba la rosa:
Inmóvil por el cielo
Buscaba otra cosa.

Jorge Guillén, 1926: “La rosa”. A J.R.J.

Yo vi la rosa: clausura
Primera de la armonía,
Tranquilamente futura.
Su perfección sin porfía
Serenaba el ruiseñor,
Cruel en el esplendor
Espiral del gorgorito.
Y al aire ciñó el espacio
Con plenitud de palacio,
Y fue ya imposible el grito.

Gerardo Diego, 1932: “Flores apenas”

Flores de ágiles luces de cinema,
Flores de sueño, flores de ceniza,
Esa pierna, ese torso, esa melliza
Sesga mirada que fulgura y quema,

La blanca nuca en flor y la diadema
De cabellos en flor que se abre y riza,
Cómo resbaladiza se desliza
Esa vida, la vida que no rema.

Óptica diminuta, el mar y el sable,
Las espumas que extienden sus labores.
Vidrios sobre el mantel, plano palpable,

Delicia al tacto de ojos bebedores.
Nada sois, nada, engaño irreparable,
Flores apenas, flores, flores, flores.

V. ENFERMEDAD Y MUERTE
Góngora, 1594: “De un caminante enfermo que se enamoró donde fue hospedado”
Descaminado, enfermo, peregrino,
en tenebrosa noche, con pie incierto,
la confusión pisando del desierto,
voces en vano dio, pasos sin tino.

Repetido latir, si no vecino, 5
distinto oyó de can siempre despierto,
y en pastoral albergue mal cubierto
piedad halló, si no halló camino.

Salió el sol, y entre armiños escondida,
somnolienta beldad con dulce saña 10
salteó al no bien sano pasajero:

pagará el hospedaje con la vida;
más le valiera error en la montaña
que morir de la suerte que yo muero.

1623: “Infiere, de los achaques de la vejez, cercano el fin a que católico se alienta”.
En este occidental, en este, oh Licio,
climatérico lustro de tu vida
todo mal afirmado pie es caída,
toda fácil caída es precipicio.
¿Caduca el paso? Ilústrese el juicio.
Desatándose va la tierra unida;
¿qué prudencia del polvo prevenida
la ruina aguardó del edificio?
La piel no sólo sierpe venenosa,
mas con la piel los años se desnuda,
y el hombre no. ¡Ciego discurso humano!
¡Oh aquél dichoso que, la ponderosa
porción depuesta en una piedra muda,
la leve da al zafiro soberano!

29 de agosto de 1623: “De la brevedad engañosa de la vida”.
Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro en la arena muda
no coronó con más silencio meta

que presurosa corre, que secreta
a su fin nuestra edad. A quien lo duda
(fiera que sea de razón desnuda)
cada sol repetido es un cometa.

Confiésalo Cartago, ¿y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.

Mal te perdonarán a ti las horas,
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años.

Lorca, 1935: “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías – 2. La sangre derramada”.
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!

Jorge Guillén, 1930: “Muerte a lo lejos”.
Alguna vez me angustia una certeza
y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándole está de pronto un muro
del arrabal final en que tropieza

la luz del campo. ¿Mas habrá tristeza
si la desnuda el sol? No, no hay apuro
todavía. Lo urgente es el maduro
fruto. La mano ya le descorteza.

Y un día entre los días el más triste
será. Tenderse deberá la mano
sin afán. Y acatado el inminente

poder diré sin lágrimas: embiste,
justa fatalidad. El muro cano
va a imponerme su ley, no su accidente.

VI. LA REPETICIÓN: UNA TÉCNICA
Góngora, 1609. De gitanos. Estribillo popular hallado en varios bailes de ppos. S. XVII
A LO MISMO
A la dina dana dina, la dina dana,
vuelta zoberana.
A la dana dina dana, la dana DINA,
mudanza divina.

Maldonado, Maldonado, 5
el de la perzona zuelta,
dina dana,
volteador afamado,
Dale a tu alma una vuelta,
dana dina; 10
Que si contrita y abzuelta
llega a comer ezte pan,
No la taza le darán,
Zino el cáliz que hoy ze gana.
A la dina dana dina, la dina dana, 15
vuelta zoberana.

Querida, la mi querida,
bailémoz, y con primor,
dana dina;
mudanza hagamoz de vida, 20
Que ez la mudanza mejor,
dina dana;
entre en mi alma el Zeñor,
No como en Hieruzalén,
Que, aunque cuatrero de bien, 25
No azeguro la pollina.
A la dana dina dana, la dana DINA,
mudanza divina.

Góngora, 1615. Introduce numerosos lusismos, ya que intervienen esclavos negros.
A LO MISMO
A - ¡Oh, qué vimo, Mangalena!
¡Oh, qué vimo!
B - ¿Dónde, primo?
A - No portalo de Belena.
B - ¿E qué fu? 5
A - Entre la hena
mucho Sol con mucha raya.
B - ¡Caya, caya!
A - Por en Diosa que no miento.
B - Vamo ayá.
A - Toca instrumento.
B - Elamú, calambú, cambú, 10
elamú.
A - Tú, prima, sará al momento
escravita do nacimento.
B - ¿E qué sará, primo, tú?
A - Saró bu, 15
se chora o menín Jesú.
B - Elamú, calambú, bambú,
elamú.

A - Cosa vimo, que creeya
pantará: mucha jerquía, 20
cantando con melonía
a un niño que e Diosa e Reya,
ma tan desnuda, que un bueya
le está contino vahando.
B - Veamo, primo, volando 25
tanta groria e tanta pena.
A - ¡Oh, qué vimo, Mangalena!, etc.

A - Soméme, e véndome a rosa
de Jericongo, María,
-Entra, dijo, prima mía, 30
que negra só, ma hermosa.
B - ¿Entraste?
A - Sí, e maliciosa
a mula un coz me tiró.
B - Caya, que non fu coz, no.
A - ¿Pos qué fu? 35
B - Invidia morena.
A - ¡Oh, qué vimo, Mangalena!, etc.

Lorca, septiembre de 1934: “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”. Partes I y II:

“La cogida y la muerte”: a las cinco de la tarde.
“La sangre derramada”: ¡Que no quiero verla!
“Romance sonámbulo”: Verde que te quiero verde.

Alberti, 1925. “El niño de la Palma. (Chuflillas) [Versos ligeros, juguetones, donde el torero le toma el pelo al toro]”.
¡Qué revuelo!
¡Aire, que al toro torillo
le pica el pájaro pillo
que no pone el pie en el suelo!
¡Qué revuelo!
Ángeles con cascabeles
arman la marimorena,
plumas nevando en la arena
rubí de los redondeles.
La Virgen de los caireles
baja una palma del cielo.
¡Qué revuelo!
—Vengas o no en busca mía,
torillo mala persona,
dos cirios y una corona
tendrás en la enfermería.
¡Qué alegría!
¡Cógeme, torillo fiero!
¡Qué salero!
De la gloria, a tus pitones,
bajé, gorrión de oro,
a jugar contigo al toro,
no a pedirte explicaciones.
¡A ver si te las compones
y vuelves vivo al chiquero!
¡Qué salero!
¡Cógeme, torillo fiero!
Alas en las zapatillas,
céfiros en las hombreras,
canario de las barreras,
vuelas con las banderillas.
Campanillas
te nacen en las chorreras.
¡Qué salero!
¡Cógeme, torillo fiero!
Te digo y te lo repito,
para no comprometerte,
que tenga cuernos la muerte
a mí se me importa un pito.
Da, toro torillo, un grito
y, ¡a la gloria en angarillas!
¡Qué salero!
¡Que te arrastran las mulillas!
¡Cógeme, torillo fiero!

(El alba del alhelí, 1926)

VII. ROMANCILLO APOYADO EN UNA CANCIÓN POPULAR
Góngora, 1581:



Da bienes Fortuna
Que no están escritos:
cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.
¡Cuán diversas sendas
se suelen seguir
en el repartir
honras y haciendas!
A unos da encomiendas,
a otros sambenitos.
Cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.
A veces despoja
de choza y apero
al mayor cabrero;
y a quien se le antoja
la cabra más coja
pare dos cabritos.
Cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.
Porque en una aldea
un pobre mancebo
hurtó sólo un huevo,
al sol bambolea;
y otro se pasea con cien mil delitos.
Cuando pitos flautas
cuando flautas pitos.
Góngora.
Las flores del romero,
niña Isabel,
hoy son flores azules,
mañana serán miel.

Celosa estás, la niña,
celosa estás de aquel
dichoso, pues, le buscas,
ciego, pues no te ve,
ingrato, pues te enoja
y confiado, pues
no se disculpa hoy
de lo que hizo ayer.
Enjuguen esperanzas
lo que lloras por él;
que los celos entre aquellos
que se han querido bien
hoy son flores azules,
mañana serán miel.

Aurora de ti misma,
que cuando a amanecer
a tu placer empiezas,
te eclipsan tu placer,
serénense tus ojos,
y más perlas no des,
porque al Sol le está mal
lo que a la Aurora bien.
Desata como nieblas
todo lo que no ves;
que sospechas de amantes
y querellas después,
hoy son flores azules,
mañana serán miel.

Alberti, “Por amiga, por amiga”.
Por amiga, por amiga.
Sólo por amiga.
Por amante, por querida.
Sólo por querida.
Por esposa, no.
Sólo por amiga.

Alberti, “Zarza florida”.
SAN RAFAEL (SIERRA DE GUADARRAMA)
Zarza florida
Rosal sin vida.
Salí de mi casa, amante,
por ir al campo a buscarte.
Y en una zarza florida
hallé la cinta prendida,
de tu delantal, mi vida.
Hallé tu cinta prendida,
y más allá, mi querida,
te encontré muy mal herida
bajo del rosal, mi vida.
Zarza florida
Rosal sin vida.
Bajo del rosal sin vida.

Lorca, 1923: “Baladilla de los tres ríos”.
El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos,
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo.
¡Ay, amor
que se fue y no vino!
El río Guadalquivir
tiene las barbas granates.
Los dos ríos de Granada,
uno llanto y otro sangre.
¡Ay, amor
que se fue por el aire!
Para los barcos de vela
Sevilla tiene un camino;
por el agua de Granada
sólo reman los suspiros.
¡Ay, amor
que se fue y no vino!
Guadalquivir, alta torre
y viento en los naranjales,
Dauro y Genil, torrecillas
muertas sobre los estanques.
¡Ay, amor
que se fue por el aire!
¡Quién dirá que el agua lleva
un fuego fátuo de gritos!
¡Ay, amor
que se fue y no vino!
Llevo azahar, lleva olivas,
Andalucía, a tus mares,
¡Ay, amor
que se fue por el aire!

Gerardo Diego: repetición propia del Romancero tradicional, “Fontefrida, fontefrida”.
Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja,
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.

Indiferente o cobarde
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.

Tú, viejo Duero, sonríes
Entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.

Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.

Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.

Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada

sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.

VIII. HIPÉRBATON

Góngora.

Hermana Marica,
mañana, que es fiesta,
no irás tú a la amiga
ni yo iré a la escuela.

Pondráste el corpiño
y la saya buena,
cabezón labrado,
toca y albanega,

y a mí me pondrán
mi camisa nueva,
sayo de palmilla,
media de estameña;

y si hace bueno
trairé la montera
que medio la Pascua
mi señora abuela,

y el estandal rojo
con lo que le cuelga,
que trajo el vecino
cuando fue a la feria.

Iremos a misa,
veremos la iglesia,
darános un cuarto
mi tía la ollera.

Compraremos de él
(que nadie lo sepa)
chochos y garbanzos
para la merienda;

y en la tardecica,
en nuestra plazuela,
jugaré yo al toro
y tú a las muñecas

con las dos hermanas
Juana y Madalena
y las dos primillas
Marica y la tuerta;

y si quiere madre
dar las castañetas,
podrás tanto d'ello
bailar en la puerta;

y al son del adufe
cantará Andrehuela
"No me aprovecharon,
madre, las hierbas";

y yo de papel
haré una librea,
teñida con moras
porque bien parezca,

y una caperuza
con muchas almenas;
pondré por penacho
las dos plumas negras

del rabo del gallo,
que acullá en la huerta
anaranjeamos
las Carnestolendas;

y en la caña larga
pondré una bandera
con dos borlas blancas
en sus trazanderas;

y en mi caballito
pondré una cabeza
de guadamecí,
dos hilos por riendas,

y entraré en la calle
haciendo corvetas.
Yo y otros del barrio
que son más de treinta

jugaremos cañas
junto a la plazuela,
porque Barbolilla
salga acá y nos vea:

Bárbola, la hija
de la panadera,
la que suele darme
tortas con manteca,

porque algunas veces
hacemos yo y ella
las bellaquerías
detrás de la puerta.
Alberti, 1927. “Soledad Tercera. (Paráfrasis incompleta)”, [fragmento]. Cal y canto.
Conchas y verdes líquenes salados,
Los dormidos cabellos todavía,
Al de una piedra sueño, traje umbroso
Vistiendo estaban, cuando desvelados,
Cítaras ya, esparcidos,
Por la del viento lengua larga y fría
Templados y pulsados
Fueron y repetidos
Que el joven caminante su reposo
Vio, música segura,
Volar y, estrella pura,
Diluirse en la Lira, perezoso.

Lorca, “Soledad insegura. [En honor de Góngora]”, 14 de febrero de 1927.
Noche de flor cerrada y vena oculta,
-almendra sin cuajar de verde tacto-,
Noche cortada demasiado pronto,
Agitaba las hojas y las almas.
Pez mudo por el agua de ancho ruido,
Lascivo se bañaba en el temblante,
Luminoso marfil, recién cortado
Al cuerno adolescente de la luna.
Y si el centauro canta en las orillas
Deliciosa canción de trote y flecha,
Ondas recojan glaucas sus acentos
Con un dolor sin límite, de nardos.
Lyra bailaba en la fingida curva,
Blanco inmóvil de inmóvil geometría.

IX. PINTURA Y POESÍA
Góngora, 1614. “Inscripción para el sepulcro de Domínico Greco”.
Esta en forma elegante, ¡oh peregrino!,
de pórfido luciente dura llave,
el pincel niega al mundo más suave
que dio espíritu a leño, vida a lino.
Su nombre, aun de mayor aliento dino
que en los clarines de la Fama cabe,
el campo ilustra de este mármol grave,
venéralo y prosigue tu camino.
Yace el griego, heredó Naturaleza
arte y el Arte estudio, Iris colores,
Febo luces, si no sombras Morfeo.
Tanta urna, a pesar de su dureza,
lágrimas beba, y cuantos suda olores
corteza funeral de árbol sabeo.

Góngora, 1620. “A un pintor flamenco, mientras pintaba su retrato”.
Hurtas mi vulto y, cuanto más le debe
a tu pincel, dos veces peregrino,
de espíritu vivaz el breve lino
en las colores que sediento bebe,
vanas cenizas temo al lino breve,
que émulo del barro lo imagino,
a quien, ya etéreo fuese, ya divino,
vida le fió muda esplendor leve.
Belga gentil, prosigue al hurto noble;
que a su materia perdonará el fuego,
y el tiempo ignorará su contextura.
Los siglos que en sus hojas cuenta un roble,
árbol los cuenta sordo, tronco ciego;
quien más ve, quien más oye, menos dura.

Juan Larrea, 1927. “Un color le llamaba Juan” [fragmento]. A la memoria de Juan Gris.
Bendigamos el confort de las hormigas regulares
Y la noche aún más triste que el papel secante
Después de la muerte de las palabras
Ahora que el silencio se hace dulcemente festín de pájaro
Entre los trigos capricho de una cárcel florida.

Todos los arroyos interiores hemos acudido
A aliviar este molino de individuo
Único convidado que nos queda
De aquel que ha partido hacia el invierno sin pretexto
Sobre un dolor de pradera antigua
Las hormigas arrastran nuestras lágrimas de este a oeste.

Gerardo Diego, 1924. “Cuadro” [fragmento]. A Maurice Raynal.

El mantel jirón del cielo
Es mi estandarte
Y el licor del poniente
Da su reflejo al arte,

Yo prefiero el mar cerrado
Y al sol le pongo sordina
Mi poesía y las manzanas
Hacen una atmósfera más fina

En medio la guitarra
Amémosla
Ella recoge el aire circundante
Es el desnudo nuevo
Venus del siglo o madona sin infante

Lorca, 1924. “Oda a Salvador Dalí” [fragmento].

Un deseo de formas y límites nos gana.
Viene el hombre que mira con el metro amarillo.
Venues es una blanca naturaleza muerta
Y los coleccionistas de mariposas huyen.

Alberti, A la pintura.

X. METÁFORAS
Góngora, 1613. “Soledad Primera” [de los campos]. Estrofa: silva. Tema: la naturaleza.

Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa,
media luna las armas de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo,
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas,
cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
náufrago y desdeñado sobre ausente,
lagrimosas de amor dulces querellas
da al mar; que condolido,
fue a las ondas, fue al viento
el mísero gemido,
segundo de Arïón dulce instrumento.
Del siempre en la montaña opuesto pino
al enemigo Noto,
piadoso miembro roto,
breve tabla, delfín no fue pequeño
al inconsiderado peregrino
que a una Libia de ondas su camino
fïó, y su vida a un leño (...).

Luis Cernuda, 1929. “Quisiera estar solo en el sur”. [Naturaleza]
Quizá mis lentos ojos no verán más el sur
de ligeros paisajes dormidos en el aire,
con cuerpos a la sombra de ramas como flores
o huyendo en un galope de caballos furiosos.

El sur es un desierto que llora mientras canta,
y esa voz no se extingue como pájaro muerto;
hacia el mar encamina sus deseos amargos
abriendo un eco débil que vive lentamente.

En el sur tan distante quiero estar confundido.
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;
su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.

Miguel Hernández, 1933. Perito en lunas. “Palmera”.
Anda, columna, ten un desenlace

de surtidor. Principia por espuela.

Pon a la luna un tirabuzón. Hace

el camello más alto de canela.

Resuelta en claustro viento esbelto pace,

oasis de beldad a toda vela

con gargantillas de oro en la garganta:

fundada en ti se iza la serpiente, y canta.


Góngora, 1612. “Fábula de Polifemo y Galatea”.
Descripción de Polifemo: estrofas 7 y 8.
Un monte era de miembros eminente
éste, que - de Neptuno hijo fiero -
de un ojo ilustra el orbe de su frente,
émulo casi del mayor lucero;
cíclope a quien el pino más valiente,
bastón, le obedecía tan ligero,
y al grave peso junco tan delgado,
que un día era bastón y otro cayado.

Negro el cabello, imitador undoso
de las obscuras aguas del Leteo,
al viento que lo peina proceloso
vuela sin orden, pende sin aseo;
un torrente es su barba impetüoso,
que - adusto hijo de este Pirineo -
su pecho inunda, o tarde, o mal, o en vano
surcada aun de los dedos de su mano.


Descripción de Galatea: estrofas 13 y 14.

Ninfa, de Doris hija, la más bella,
adora que vio el reino de la espuma.
Galatea es su nombre y dulce en ella
el terno Venus de sus Gracias suma.
Son una y otra luminosa estrella
lucientes ojos de su blanca pluma:
si roca de cristal no es de Neptuno,
pavón de Venus es, cisne de Juno.

Purpúreas rosas sobre Galatea
la Alba entre lilios cándidos deshoja:
duda el Amor cuál más su color sea,
o púrpura nevada, o nieve roja.
De su frente la perla es, eritrea,
émula vana. El ciego dios se enoja
y, condenando su esplendor, la deja
pender el oro al nácar de su oreja


Vicente Aleixandre, 1927. Ámbito, “Cinemática”.
Venías cerrada, hermética,
a ramalazos de viento
crudo, por calles tajadas
a golpe de rachas, seco.
Planos simultáneos—sombras:
abierta, cerrada—. Suelos.
De bocas de frío, el frío.
Se arremolinaba el viento
en torno tuyo, ya a pique
de cercenarte fiel. Cuerpo
diestro. De negro. Ceñida
de cuchillas. Solo, escueto,
el perfil se defendía
rasado por los aceros.

Tubo. Calle cuesta arriba.
Gris de plomo. La hora, el tiempo.
Ojos metidos, profundos,
bajo el arco firme, negro.
Veladores del caniino
—ángulos, sombras—siniestros.
Te pasan ángulos—calle,
calle, calle, calle. Tiemblos.
Asechanzas rasan filos
por ti. Dibujan tu cuerpo
sobre el fondo azul profundo
de ti misma, ya postrero.

Meteoro de negrura.
Tu bulto. Cometa. Lienzos
de pared limitan cauces
hacia noche sòlo abiertos.
Cortas luces, cortas agrios
paredones de misterio,
haces camino escapada
de la tarde, frío el gesto,
contra cruces, contra luces,
amenazada de aceros
de viento. Pasiòn de noche
enciende, farol del pecho,
el corazòn, y derribas
sed de negror y silencios.

Jorge Guillén, 1927. “Desnudo”.

Blancos, rosas... Azules casi en veta,
dos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
de una sombra secreta.
Pero el color, infiel a la penumbra,
se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
una forma se alumbra.
Claridad aguzada entre perfiles,
de tan puros tranquilos
que cortan y aniquilan con sus filos
las confusiones viles.
Desnuda está la carne. Su evidencia
se resuelve en reposo.
Monotonía justa: prodigioso
colmo de la presencia.
¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
Oh absoluto presente!


XI. UNA APROXIMACIÓN AL MUNDO DEL TORO: TOREO Y TOREROS

Góngora, 1623. “Al Marqués de Velada, herido de un toro que mató luego a cuchilladas”.

Con razón, gloria excelsa de Velada,
te admira Europa, y tanto que, celoso
su robador mentido, pisa el coso,
fiel este día, forma no alterada.

Buscó tu fresno, y extinguió tu espada
en su sangre su espíritu fogoso,
si de tus venas ya lo generoso
poca arena dejó calificada.

Lloró su muerte el sol, y del segundo
lunado signo su esplendor vistiendo
a la satisfacción se disponía;

cuando el monarca de este y de aquel mundo
dejar te mando el circo, previniendo
no acaben dos planetas en un día.

Góngora, ¿1610? “A don Pedro de Cárdenas, en un encierro de toros”.

Salí, señor don Pedro, esta mañana
A ver un toro que en un Nacimiento
Con mi mula estuviera más contento
Que alborotando a Córdoba la llana.

Romper la tierra he visto en su abesana
Mis prójimos con paso menos lento,
Que él se entró en la ciudad tan sin aliento,
Y aún más, que me dejó en la barbacana.

No desherréis vuestro Zagal, que un clavo
No ha de valer la causa, si no miente
Quien de la cuerda apela para el rabo.

Perdonadme el hablar tan cortésmente
De quien, ya que no alcalde por lo Bravo,
Podrá ser, por lo Manso, presidente.


Fernando Villalón, 1927. “La Toríada” [fragmento].

Selvática oración la de los toros
al Sol, que sus caballos
huellan ya el borde de la tierra yerta;
y ocultando a la noche sus tesoros
-y a sus vasallos huestes de luceros,
mandando retirar-; a la despierta
por sus besos Aurora
en plata viste ahora;
los valles y riberas
en neblinas emboza, y la desierta
marisma riza en brisas mañaneras.


Rafael Alberti, “Corrida de toros”


De sombra, sol y muerte, volandera
grana zumbando, el ruedo gira herido
por un clarín de sangre azul torera.

Abanicos de aplausos, en bandadas,
descienden, giradores, del tendido,
la ronda a coronar de los espadas.

Se hace añicos el aire, y violento,
un mar por media luna gris mandado
prende fuego a un farol que apaga el viento.

¡Buen caballito de los toros, vuela,
sin más jinete de oro y plata, al prado
de tu gloria de azúcar y canela!

Cinco picas al monte, y cinco olas
sus lomos empinados convirtiendo
en verbena de sangre y banderolas.

Carrusel de claveles y mantillas
de luna macarena y sol, bebiendo,
de naranja y limón, las banderillas.

Blonda negra, partida por dos bandas,
de amor injerto en oro la cintura,
presidenta del cielo y las barandas,

rosa en el palco de la muerte aún viva,
libre y por fuera sanguinaria y dura,
pero de corza el corazón, cautiva.

Brindis, cristiana mora, a ti, volando,
cuervo mudo y sin ojos, la montera
del áureo espada que en el sol lidiando

y en la sombra, vendido, de puntillas,
da su junco a la media luna fiera,
y a la muerte su gracia, de rodillas.

Veloz, rayo de plata en campo de oro
nacido de la arena y suspendido,
por un estambre, de la gloria, al toro,

mar sangriento de picas coronado,
en Dolorosa grana convertido,
centrar el ruedo manda, traspasado.

Feria de cascabel y percalina,
muerta la media luna gladiadora,
de limón y naranja, remolina

de la muerte, girando, y los toreros,
bajo una alegoría voladora
de palmas, abanicos y sombreros.

Miguel Hernández, 1933. Perito en lunas.

“Toro”.

¡A la gloria, a la gloria toreadores!
La hora es de mi luna menos cuarto.
Émulos imprudentes del lagarto,
magnificáos el lomo de colores.
Por el arco, contra los picadores,
del cuerno, flecha, a dispararme parto.
¡A la gloria, si yo antes no os ancoro,
-golfo de arena,- en mis bigotes de oro!


“Miguel de las imprentas” [Arcángel San Miguel]

Copiosa de azagayas,
provisión de furores,
urgentes tras los cuernos,
recomiendan clarines
a una arena sin playas,
era de resplandores
con parva de carmines
manejables y alternos.











BIBLIOGRAFÍA:

- ALBERTI, Rafael, La arboleda perdida. Madrid, Aguilar, 1988.
- ALONSO, Dámaso, “Una generación poética (1920-1936), en Poetas españoles contemporáneos. Madrid, Gredos, 1965.
- GARCÍA LORCA, Federico, “La imagen poética de don Luis de Góngora”, en Obras Completas. Madrid, Aguilar, 1975.
- MORELLI, Gabriela, Gerardo Diego y el III Centenario de Góngora. Correspondencia inédita. Valencia, Pre-Textos, 2001.
- SORIA OLMEDO, Andrés (ed.), ¡Viva don Luis! –1927– Desde Góngora a Sevilla. Madrid, Residencia de Estudiantes, 1997.
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GÓNGORA

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